Capítulo 12
Cuauhtémoc se acercó a mí, me agarró de las dos manos y me miró a los ojos intensamente. Con la voz quebrada me dijo, "mi amor, he tomado una decisión." Apretó mis manos con más fuerza antes de continuar.
"Me voy a entregar a las autoridades. Quédate aquí con tu tía y si llegan los soldados, solo diles que vives aquí y que no tenías nada que ver con las protestas."
"¡No me dejes Cuauh! ¡Nos podemos entregar juntos!," le imploré.
"Lo siento mi amor, pero es la mejor opción. Si encuentran a los dos juntos no van a creer que no fuimos parte de lo que está pasando afuera. Es la única manera en que tú sales de esto a salvo." Tomó una pausa y siguió nerviosamente.
"He estado tratando de planear el momento perfecto para esto, pero ya no veo otro." Cuauhtémoc sacó una cajita del bolsillo de sus pantalones. Abrió la caja y me enseñó un anillo de oro con un diamante. Era sencillo, pero elegante.
"No me tienes que decir en este momento, pero quiero que me lo guardes y que me des una respuesta cuando nos volvamos a ver. Quiero pasar el resto de mi vida contigo Elena." Me pasó la caja y la observó atentamente. Me sorprendí y me quedé callada unos momentos, pero pronto mi asombro se convirtió en una sonrisa con lágrimas.
"¡La respuesta es sí Cuauhtémoc!" La verdad es que no tuve que pensarlo mucho. Lo había querido aún antes de que nos hiciéramos novios.
Nos besamos y nos quedamos abrazados por un largo rato. Entonces, Cuauhtémoc empezó a levantarse.
"Solo prométeme una cosa Ele. Pase lo que pase, me buscas y me encuentras" me pidió.
Empecé a llorar. Cuauhtémoc me volvió a abrazar hasta que dejé de temblar en sus brazos y me susurró, "te amo Elena, con toda mi alma."
Al terminar esta frase, Cuauhtémoc salió del apartamento y cerró la puerta cuidadosamente. Esperé unos segundos y volví a abrir la puerta un poquito para verlo llegar a las escaleras.
De repente oí la puerta de las escaleras empezar a abrirse. Cuauhtémoc volvió a verme una vez más y con su boca formó las palabras "¡cierra la puerta!"
La cerré rápidamente y seguí llorando como nunca en mi vida.
Chapter 12
Cuauhtémoc approached me, grabbed both my hands, and looked into my eyes intensely. With a broken voice, he told me, "Ele, I've made a decision." He squeezed my hands with even more force before continuing.
"I'm going to turn myself in to the authorities. Stay here with your aunt, and if the soldiers come, just tell them that you live here and that you had nothing to do with the protests."
"Don't leave me, Cuauh! We can turn ourselves in together!" I implored.
"I'm sorry, Ele, but this is best option. If the soldiers find the two of us together, they will never believe that we weren't part of what's happening outside. It's the only way for you to get out of this safely." He paused a moment, then continued nervously.
"I've been trying to plan the perfect moment for this, but now I don't see any other way." Cuauhtémoc took a small box from his pocket. He opened the box and showed me a gold ring with a diamond. It was simple but elegant.
"You don't have to answer right away, but I want you to keep this and give me your answer when we see each other again. I want to spend the rest of my life with you, Elena." He passed me the box and watched me attentively. I was surprised and remained silent for a few moments, but my surprise soon turned into a smile mixed with tears.
"The answer is yes, Cuauhtémoc!" The truth is that I didn't have to think about it much. I had loved him since we were kids playing together in the neighborhood.
We kissed and remained embraced for a short while. Finally, Cuauhtémoc started to get up to leave.
"Just promise me one thing, Ele. Whatever happens tonight, look for me and find me.”
I started to cry. Cuauhtémoc hugged me again until I stopped trembling in his arms and whispered to me, "I love you, Elena, with all my heart."
Upon finishing this phrase, Cuauhtémoc left the apartment and carefully closed the door. I waited a few seconds and opened the door a crack to watch him reach the stairs.
Before he got to the stairs I heard the stairway door begin to open. Cuauhtémoc looked back at me one more time and with his mouth formed the words, "close the door!"
I closed it quickly and ran to the guest room to bury my head in a pillow and cried like I never had before.
